viernes, 23 de diciembre de 2011

Reflexionando sobre el porqué de esta Bitácora.

Hace un par de meses, un amigo a quien no identificaré para que no cargue culpa por lo que resulte, me hizo el obsequio de una página web que abro con esta reflexión y una anécdota personal que quizás sirva para avisar al lector de mi visión. 


Hace muchos años, cuando era funcionario del Departamento de Estado de Puerto Rico en la Secretaría de Roberto Sánchez Vilella, y usaba gabán y corbata, llevaba siempre en la solapa un alfiler con la bandera mono estrellada. Un día se nos repartieron las banderas cruzadas, con instrucciones de usarlas en adelante. Días más tarde, don Roberto se percató de que yo seguía con la de Puerto Rico, sola y me lo cuestionó. Mi respuesta fue sencilla: ¨Don Roberto, yo tengo una sola patria y ésta es su bandera.


Siguiendo el formato y el propósito que establecí en la columna semanal Tablero Mundial, que escribí para el periódico El Reportero, durante los años de su publicación, estas ¨Reflexiones¨ lo serán sobre el amplio campo de las relaciones internacionales pero concentrándolas en las de Estados Unidos con especial atención en su efecto sobre Puerto Rico. Bien lo dijo (en inglés) el poeta, John Donne en el S. XV:
¨No man is an island, entire unto itself; every man is a piece of the continent, a part of the main. If a clod be washed away by the sea, Europe is the less, as well as if a promontory were, as well as if a manor of thy friend's or of thine own were: any man's death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bells tolls; it tolls for thee." 


Con ésas líneas quiso ilustrar cuán entrelazada están la suerte de cada hombre y cada país. Como lo puso una vez un niño: Con gríngolas, la vida no brega, son para caballos. Es la intención de esta, mi Bitácora, dejar dicho lo que voy pensando sobre mi patria – y la tuya, querido lector – no con la intención de cambiar tu manera de pensar, si no con la de azuzarte a pensar en lo que tal vez das por sentado.


Si, al hacerlo, concuerdas conmigo o no, poco importa. Lo que importa es que reflexiones sobre lo leído. Con eso me conformo. Tu patria – la chica, o la grande – no puede pedir más.


Nota del autor. Por error mio, esta entrada debió quedar posicionada antes que Quid podest.      
22 de diciembre de 2011.

7 comentarios:

  1. A los fines de que los lectores de este blog conozcan más a fondo su autor, con su permiso publico una autobiografía que logré convencer me escribiera en semanas recientes.

    Aunque él confiesa no ser fanático de sí mismo, habemos otros de generaciones de puertorriqueños más jóvenes que pensamos que esa generación sentó la pauta a seguir en muchos aspectos. Fue una generación con visión de país, de cuyas ideas, planes y trabajo todavía este país se nutre. Fue una generación arrojada, que apostó a sí misma y a su talento. Dedicaron cuerpo, alma y espíritu a la tarea de construir un país sobre las bases establecidas en el Preámbulo de nuestra Constitución. Fueron hombres y mujeres que dejaron una huella profunda en la historia de esta isla.

    Contar con la gran perspicacia de un hombre que estuvo "en el ajo de la cosa" durante ese periodo, al analizar los problemas que al presente enfrenta Puerto Rico, es un privilegio y sé que será relevante en la discusión diaria de los asuntos del país. A continuación los dejo con el Sr. Luis A. Passalacqua. (ver próximo comentario).

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  2. Nací en Washington D.C. el 6 de octubre de 1926, primogénito del coameño Luis Antonio Passalacqua Santiago, cirujano de profesión, y de Dª Jacqueline Blanche Christian Hardwicke, natural de Walker’s Ford en Virginia, enfermera de profesión. Pasé mi primer año y medio en Rochester, Minnesota donde mi padre se perfeccionó en cirugía en la Clínica Mayo, y yo adquirí una aversión al frio que me dura hasta hoy.

    Terminada la jornada de papá, la familia se trasladó a Puerto Rico, a Coamo. Allí vivimos en la casa de mi abuelo, Don Antonio Passalacqua Costa, un corso que tras participar en la resistencia durante el asedio y caída de Paris en 1870, cuando tropas prusianas asediaron y conquistaron a París, se acogió al exilio y poco después a la Cedula de Gracia española que le permitió asentarse en Coamo, donde casó con Dª Engracia Santiago y procreó seis hijos, siendo el primogénito Luis Antonio, mi padre.

    En Coamo asistí al Colegio de La Balvanera, donde aprendí mi primer vocablo en alemán, “Kindergarten”, y tuve mi primer roce con el español. Ahí comienza lo que considero una de las bendiciones de mi vida, la lengua materna, el inglés, era lo que se hablaba en casa; y la paterna, cuando salía de ella.

    Tan temprana inmersión total en dos idiomas tuvo dos efectos que marcaron mi vida. Primeramente, nunca desarrollé la barrera sicológica que dificulta el hablar en idiomas distintos a mi vernáculo. En segundo lugar, desarrollé una capacidad para aprender idiomas, y consecuentemente estudié alemán, latín, francés, italiano y portugués. No los domino, pero tampoco me pierdo. Ese don me ha servido bien, como veréis.

    De Coamo nos mudamos a Ponce a comienzos de los años ´30, y allí tuve, sin saberlo, mi primer roce con el Status y la relación colonia–metrópolis. Esto marcaría el resto de mi vida. Desde la escalinata de la Clínica Pila presencié lo que vino a llamarse ¨La Masacre del Domingo de Ramos¨ y nació la pregunta, ¿Por qué? Busqué la contestación en las filas nacionalistas, y no la encontré. Pero en eso llegó la 2ª Guerra Mundial y las aguas al norte de Puerto Rico recibieron el mote de ¨Torpedo Alley¨. Sentado en el farallón frente a lo que hoy es el Capitolio, pude ver como barcos que, según supe, traían víveres con destino a Puerto Rico eran hundidos por submarinos alemanes. Otra vez me preguntaba ¿Por Qué? Tenía entonces 13 años. Hasta entonces, había cursado la primaria en el Colegio Ponceño de Varones, donde tuve de maestro de español por varios años a don Eduardo Infante, de la Orden de los Maristas, quien despertó en mí el mismo amor y respeto por esa lengua con la que él la enseñaba.

    Ese mismo año se me envió a Estados Unidos donde ingresé en la Georgia Military Academy, en las afueras de Atlanta. A los 16 años me alisté en la Fuerza Aérea con convocatoria a mi graduación, lo que ocurrió en 1942. Para mi buena fortuna, no tuve que servir en campo de batalla porque se me presentó la oportunidad de tomar el examen de ingreso a la Academia Militar de Estados Unidos en West Point. Allí estaba cuando finalizó la guerra y la oportunidad de licenciarme o hacer carrera militar. Harto de esa vida militar acepté gustoso la licencia y me regresé a Puerto Rico y entre a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. El año era 1946. (continúa en próximo comentario).

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  3. Dos años más tarde estalló la huelga universitaria de 1948. Convencido de que la Administración no tenía razón al negarle el uso del teatro a Pedro Albizu Campos para dirigirse al estudiantado, pero cuestionando igualmente la pureza de los motivos de los lideres huelguistas, me uní a un incipiente grupo de estudiantes que con la insignia de ¨Ni con el claustro, ni con la huelga¨, defendimos el derecho del estudiantado oír a Albizu y a proseguir nuestros estudios. La radio emisora WNEL nos brindó un espacio nocturno para presentar nuestro argumento y fui seleccionado para hacerlo.

    Pocas semanas después, y casi simultáneamente, los cabecillas de ambos grupos estudiantiles fuimos expulsados de la Universidad, y mi padre me notificó que se me había aceptado en la Universidad de George Washington para estudiar pre-médica y ¨aquí están el pasaje y el dinero para la matrícula¨.

    Ahí comenzó lo que siempre llamé mis años en el exilio Sólo 15 años más tarde supe por mi hermano que eso mismo había sido, Don Luis Muñoz Marín, le había sugerido a Papá que sería deseable que se me enviara otro lar. Mi tío, Carlos Manuel Passalacqua Santiago, entonces Presidente de la Compañía de Fomento Industrial, había sido portador de la sugerencia. Lo que nunca he averiguado es precisamente que, o quien, la motivó. Ni importa, porque en 1962 Muñoz mismo me mandó a buscar. (continúa en el próximo comentario)

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  4. Los catorce años de exilio los que pasé en Washington, D.C., salvo tres excursiones breves, dos a la República Dominicana y una a Venezuela durante los primeros años de mi estadía. En Washington frecuenté el ¨International House¨, que entonces era donde se congregaban no sólo estudiantes de toda Latinoamérica, sino también exiliados de las varias dictaduras que entonces proliferaban y los opositores de las mismas. Fue allí que empezó a tomar forma mi credo político, moldeado alrededor de las enseñanzas de figuras como Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, José Figueres, Juan Bosch y el mismo Muñoz Marín. Mis dos visitas a la República Dominicana (donde conocí a José Francisco Peña Gómez y a una de las figuras más pintorescas que he conocido, el rumano Sacha Volman), y la visita a Venezuela, entonces bajo la bota de Marcos Pérez Jiménez, me confirmaron en mi aversión a las dictaduras vengan de donde vengan, con disfraz o sin él.

    Esos catorce años no los dediqué meramente a ubicarme en el espectro político, sino también a ubicarme en el espectro intelectual y académico. Abandoné mis estudios de premédica para apertrechar mis conocimientos del quehacer diplomático que me apasionaba. La necesidad de costearme mis estudios me hizo patente que iban a ser nocturnos porque los días los iba a tener que dedicar a trabajar. El primer empleo lo conseguí en el Departamento de lo Interior como Cartógrafo Auxiliar. Allí aprendí a leer y preparar mapas a partir de fotografías aéreas. A los dos años se me presentó la oportunidad de un enganche en la división de Traducciones del Banco Mundial de la ONU traduciendo de todas las lenguas romances y sus dialectos al inglés y, en ocasiones, a la inversa. Ahí estuve ocho años hasta que, por un golpe de suerte, logré transferirme a la sección latinoamericana de la división de investigación y análisis de la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA, por sus siglas en inglés), donde era responsable de preparar un informe diario del quehacer político de cada país de Centroamérica y el Caribe, salvo Cuba, que le tocaba a otro analista. México y América del Sur también tenían sus analistas propios. Asumí el puesto en agosto o septiembre de 1959 cuando ese caldero y el de Cuba estaban en plena ebullición.

    En lo académico, para 1960 había completado Bachillerato y Maestría en Relaciones Internacionales, y estaba inmerso en los estudios Doctorales. Desde el comienzo había cursado dos concentraciones: 1.) Derecho Internacional Público, que era la principal; y 2.) Estudios Regionales, que fueron, en Bachillerato, Oriente Medio; en Maestría, Lejano Oriente; y para Doctorado, Latinoamérica y el Caribe. Tan buena suerte tuve que en mi último año se me ofreció la oportunidad de enseñar un curso al nivel doctoral en Gobierno y Política Comparada en el Caribe. Paradójicamente, me tocaba una noche en semana dictarle cátedra a quienes eran mis compañeros de clase otras noches. (continuado en próximo comentario).

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  5. Siempre he creído que fue este papel dual que llevó a que un buen día, empezando los trabajos conducentes a mi disertación doctoral en abril de 1962, recibiera en mi oficina de USIA a un emisario de don Luis Muñoz Marín, que me hizo ¨una oferta que no pude resistir¨: ¨Ven a Puerto Rico a montar y dirigir una Oficina de Investigación y Análisis en el Departamento de Estado del Estado Libre Asociado¨. Mi respuesta fue, ¿Cuándo quieren que empiece? ¡YA!, fue la contestación. Llegué en junio, tan pronto nació mi tercer hijo y mi esposa estuvo en condición de encargarse de los por mayores de la mudanza (en una mudanza nunca hay pormenores).
    Llegado a San Juan y encaminados los trámites de rigor, el entonces Secretario de Estado, Roberto Sánchez Vilella, me informó de la segunda, y más apremiante tarea que conllevaba mi puesto: La Organización del Caribe, organismo regional en que los Imperios americano, inglés, francés y holandés habían agrupado a sus colonias caribeñas, estaba en vías de disolverse porque las colonias inglesas principales, Jamaica, Trinidad-Tobago y Barbados estaban gestionando su independencia dentro de la Mancomunidad Británica de Naciones. Ante esa perspectiva, la sede se había transferido de Trinidad a Puerto Rico, y el gobierno puertorriqueño quería aprovechar el momento para tratar de crear una Comunidad más amplia y menos formal que alentara a los potenciales desertores a permanecer en una nueva estructura consuetudinaria que funcionara sin la injerencia directa de las metrópolis. Esa tarea me tocaría a mí con un elenco de mi selección. Arturo Morales Carrión bautizó la empresa Operación Tabula Rasa. También tenía fecha de nacimiento: un año y sin fanfarria.
    Lo que llamé mi cábala incluyó economistas de la talla de Alvin Mayne y Fuat Andic, y, en lo político, asesores como el mismo Arturo Morales Carrión, Jorge Morales Yordán y Ángel Calderón Cruz, todos los cuales dieron lo mejor de sí. El producto fue un documento, en inglés, preparado por Mayne y Andic, titulado ¨Proposal for an Informal Economic Development Program for the Caribbean¨ (si mal no recuerdo, el original debe estar en la Sala del Caribe de la Biblioteca Lazaro). La propuesta incluía la creación de un Banco de Desarrollo del Caribe y una Corporación de Inversiones del Caribe. Se le sometió a un grupo de dirigentes caribeños invitados en una reunión en Breñas en el invierno de 1963 o la primavera del 1964, si mi memoria no me falla. Así nació la Corporación de Desarrollo del Caribe, corporación pública del Gobierno del ELA, que murió en 1968 a causa del desinterés expreso del Gobernador Ferré. Durante esos años fui su Director Ejecutivo y, con el cambio de Gobierno, renuncié al puesto y al Gobierno. (continuado en próximo comentario).

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  6. Pasé entonces a la empresa privada como funcionario de la línea aérea puertorriqueña Caribair hasta su venta a Eastern Air Lines. Luego acepté una invitación del entonces Presidente de la Universidad de Puerto Rico, don Jaime Benítez, de ocupar la Decanatura Auxiliar de la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Rio Piedras, y catedrático auxiliar en Ciencias Políticas. Estamos ahora en el 1971.

    Hasta mi retiro en 1995 como catedrático, CISO fue mi lugar de docencia. Dirigí el Instituto de Estudios del Caribe y el Centro de Investigaciones, enseñe unos tres cursos o seminarios por semestre, todos en Relaciones Internacionales y Derecho Internacional Público; serví en el Senado Académico electo por mi Facultad; representé a la Universidad en conferencias internacionales en varios países de las Américas y Europa; fui cofundador de la Federación de Latinoamérica y del Caribe sobre Derecho del Mar y, conjuntamente con la Facultad de Derecho y el Colegio de Abogados, auspicié la Conferencia sobre la Creación del Tribunal de Derecho Criminal Internacional que, tiene su sede en la Haya desde 1998. Entre tanto, estudié Derecho en la Universidad Interamericana de noche y me gradué en 1991. Tenía entonces sesenta y cinco años, y como yo mismo dudaría emplear un abogadito principiante de esa edad, decidí no postular. Mi enfrentamiento con la reválida confirmó mi sano juicio. Me fui de 4 – 0.

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  7. Amigo Fernando, Leí tu comentario a mis reflexiones sobre la Bitácora y te doy las gracias. Una cosa me chocó al hacerlo. No se sí a ti, también.Es Lo siguiente. Lo que he llamado mis años de exilio, comenzaron cuando era estudiante, a raíz de los disturbios universi- tarios del 1948, y mi regreso a la UPR, 23 años después, como miembro de la Facultad y Decano Auxiliar,fue durante los disturbios universita rios de 1971.
    ¡Feliz Año Nuevo! Luis

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